Charles Perrault fue un abogado francés que se dedicó plenamente a la literatura desde el año 1683, apareciendo su primer cuento –Grisélidis- en el año 1691. Es importante destacar que fue su familia -perteneciente a la burguesía acomodada- la que hizo posible que este hombre tuviera una buena infancia y concurriera a las mejores escuelas de la época. Algo que supo retribuir al ser mayor y convertirse en el primero de los funcionarios reales; una prueba de esto, es que en 1667 consiguió ayudar a su hermano Claude para que usasen sus planos al construir el observatorio del Rey.
“Las Bellas Letras no son sino un retrato de la vida humana en diversas actitudes y situaciones”.- David Hume
Los cuentos de hadas, sin duda alguna, son los que dan uno de los puntapiés iniciales del género fantástico que se forjó con el Romanticismo alemán y es por eso que como escritora de fantasía los respeto e intento siempre rescatar del olvido y, también, la razón de que uno de mis escritores favoritos sea Charles Perrault.
Si bien lo que más escribió Perrault fueron: odas, discursos, poemas y obras que halagaban al rey, hoy en día lo recordamos por dar forma literaria a los clásicos cuentos –mal llamados- infantiles que lograron romper la barrera del tiempo y mantenerse presentes con la misma espontaneidad con que fueron recopilados. Sí, hablo precisamente de la obra “Cuentos del pasado” de 1697.
Más de uno dirá: ¿Cuentos del pasado? ¿Y quién conoce esa obra?— Porque a esta época Ha llegado con el popular título de Los cuentos de mamá Gansa (o Los cuentos de mamá Oca); en dónde encontramos las clásicos CUENTOS DE HADAS de hoy y siempre: La bella durmiente del bosque, Caperucita Roja, El gato con botas, entre otros. Para escribir este grueso libro Charles Perrault se tomó el trabajo de escuchar y registrar los cuentos que repetidamente se narraban en la campiña francesa, aunque lo hizo colocando su mirada irónica sobre algunos diálogos o frases; Tal fue lo que dice el príncipe en el cuento Las hadas para disculpar a la joven virtuosa por no tener dote: “no importa que no esté dotada, las joyas bastan” o en la moraleja de la Caperucita roja al comenzar diciendo “La niña bonita, la que no lo sea, a todas alcanza esta moraleja”.
Algunas características de estos cuentos son que bajo la tinta del autor se mantiene la crudeza de las versiones orales originales y las moralejas que se incluyen al final de cada relato, haciendo más simple para los niños comprender el mensaje del cuento.
Anecdóticamente les cuento que años atrás no era bien visto firmar una obra, mucho menos poner tu nombre real. Y esta situación llevó a que existiera una gran discusión sobre la autoría de Los cuentos de mamá Ganso ya que muchos afirman que los cuentos son una versión de las historias de El Pentamerón de Basile, un autor Napolitano que para ese entonces aún no era traducido al Francés. Una opinión que yo no comparto, no obstante si a alguien le sirve la referencia les cuento que: Marc Soriano, quién estudió a profundidad el tema, piensa que la obra de Basile contiene un contexto folklórico que claramente no posee Perrault en su obra.
Bueno, más allá de contarles un poco sobre este gran autor, les digo que me gusta mencionar esta obra porque en ella se plasman las costumbres de una época en que la mayoría estaba inconforme con su situación, quizás sea el origen de porqué –así como les dije antes- en estos cuentos se frecuentasen los finales felices con la intención de mantener la esperanza e ilusión, la fuerza de continuar para conseguir tus metas sin decaer y del mismo modo en cada cuento le dice a los pequeños “las malas acciones no resuelven nada”. Ambas cosas que siempre necesitamos oír.
Por Sasami Hanatsuki.